Este fin de semana México fue testigo del estreno de la segunda parte de "El Hobbit: La Desolación de Smaug", una película que ya hacía falta desde la llegada de "Los Juegos del Hambre: En Llamas" y que necesitábamos los amantes de los blockbusters.
La película, que sigue siendo fiel a la línea de "El Señor de los Anillos", no desilusiona en nada, al contrario, continúa enamorando a los fanáticos de Bilbo Bolsón, quien personificado por Martin Freeman posee un toque más que inteligente, actoralmente hablando, pues le da una chispa de comicidad.
La segunda parte de "El Hobbit" es mejor que la primera: ya no es lenta en su arranque, ya no hay canciones de Thorin y su ejército de enanos, ya han llegado a la Ciudad del Lago y han encontrado al Dragón que se apoderó del reino de los enanos para hacerlo suyo por un simple objetivo: El Oro.
En esta segunda entrega la trama se enriquece con la aparición de otros personajes, como Légolas (en la piel de Orlando Bloom) y de Bardo (personificado por Luke Evans, conocido por algunas series televisivas) y quien será pieza clave para el desenlace de esta trilogía.
"El Hobbit; La Desolación de Smaug" es divertida y reúne los condimentos para hacerla una película recomendable e interesante, más allá de palomera.
Bilbo es fiel a la imaginación de J.R.R. Tolkien y con el ingenio de Peter Jackson se convierte en un personaje gracioso, atractivo para la audiencia y peculiar.
Quizás "El Hobbit" no sea interesante para todo el público, sino para aquél que goce de las historias épicas y con encanto visual y semántico, porque habrá a muchos a quienes les parecerá aburrida, mientras que a millones les será una de las mejores películas del año.
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